Auditoría & Co

Desde hace diez años se publican innumerables artículos y estudios sobre la evolución que debía acometer el director financiero de las empresas o CFO. El nombre se completó incluyendo una B (Business) en unos casos, en otros una O (Operación) y en alguna ocasiones una E (Estratega), y así varias alternativas que intentaban expresar lo mismo (o eso parecía).

El principal desencadenante del debate sobre esta figura en la organización ha sido el entorno tan complejo y lleno de incertidumbres de entonces y de hoy, en el que el director financiero ha sentido como la limitación del crédito afectaba de manera notable a sus posibilidades de actuación. En paralelo, se aceleraban una serie de cambios, tanto internos como externos, que presionaban su entorno y sus ‘formas de hacer’. Aspectos como la globalización, la aparición de nuevos competidores, la presión en márgenes, una nueva revolución tecnológica, entre otros, reformulaban el entorno.

Todos estos factores han venido para quedarse. Sin embargo, la evolución pronosticada carecía de profundización y análisis en materias como: ¿Es realmente posible desarrollar tantas habilidades como las propuestas? Parece que dada la variedad, complejidad y multifuncionalidad pretendida, no es fácil encontrar profesionales buenos en ‘todo’. Y, además, ¿es necesaria esta evolución?, ¿son necesarias dichas habilidades? No está claro. En el debate se dejaron de lado aspectos tan clave como la idiosincrasia propia de las organizaciones, su grado de madurez, su cultura, su estrategia y su tipo de liderazgo.

La discusión ha ido más allá y aparecen cuestionamientos globales. ¿Existirá la función financiera en el futuro? No como la hemos conocido en el pasado y tampoco como es en la actualidad.

El rol tradicional en el director financiero seguirá existiendo, y es aquel que está centrado principalmente en conseguir la eficiencia del área y el cumplimiento normativo, mitigando ciertos riesgos y buscando la imagen fiel de la organización, entendida como una situación financiera que habla sobre hechos acontecidos.

Sin embargo, el director financiero debe plantearse ser la pieza clave como “inductor de la transformación y de la optimización del rendimiento en la organización”. Dependiendo de la estrategia corporativa, del estilo de liderazgo/cultura y de las habilidades existentes en la organización, la evolución y habilidades requeridas serán diferentes.

  • Habilidades comunes: existen unas habilidades comunes no sólo en el role del director financiero, que son clave. Ser más técnico, más global, más ‘verde’ (RSC) y con más habilidades de comunicación; mirar más allá de los aspectos financieros y ser capaz de trabajar en entornos colaborativos; aspectos todos ellos que ya casi nadie cuestiona.
  • Recursos humanos: su función debe permeabilizar asimismo a su equipo, creando nuevos y buenos perfiles con una alta preocupación por desarrollar el talento del área, convirtiéndola así en una cantera para el resto de la organización.
  • Medición y análisis: la evolución hacia el nuevo papel del director financiero debe ser medida y cuantificada. Ya existen modelos innovadores que permiten hacerlo y permiten diseñar el traje a medida que mejor encaja en la realidad de la organización y definir aquellos parámetros concretos para contar con un diagnóstico que facilite la toma de decisiones en esta área y en función de la situación concreta de cada empresa.

Nicolás Suárez-Cantón