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¿Cuánto vale una red social o aplicación móvil? ¿Tienen un precio objetivo o por el contrario, solo son fenómenos virales de escaso recorrido, con fuertes potenciales de ingresos pero altos niveles de incertidumbre?

La pregunta en realidad no es el cuánto, sino el cómo. Todos recordarán cómo la burbuja de las “punto com” (1997-2001) causó estragos en todos los mercados bursátiles, pillando desprevenidos a analistas económicos de todas las nacionalidades.

¿Cómo no supieron venir lo que se les avecinaba? La respuesta es sencilla, el futuro es difícil de predecir y cuando se trata de una compañía de rápido crecimiento que vende algo imperceptible aún más. Hoy en día estamos sumergidos en una fuerte burbuja tecnología una vez más, que gira en torno al mundo de las aplicaciones móviles y redes sociales, y que está dando señales de tocar techo, tal y como ya ha advertido la SEC norteamericana, anunciando posibles investigaciones sobre los diversos métodos de estimación de valor usados por los “hedge funds” para valorar compañías de alto contenido tecnológico y reciente creación, comúnmente conocidas como “startups”, cuyas valoraciones llegan a alcanzar cotas realmente asombrosas. ¿En qué se basan?

Existen infinidad de metodologías de valoración, sin embargo no existe un único método preciso capaz de dar valor a una compañía de forma perfecta. Sin embargo, numerosos analistas y estudiosos en la materia afirman que el mejor método capaz de reflejar el valor de una compañía con altos y rápidos potenciales de crecimiento, no es otro que el mundialmente conocido como método del descuento de flujos de caja (DCF Method), por muy a vieja escuela que suene, ya que es el que mejor recoge los principios básicos de economía y finanzas, incluso en algo tan etéreo como una startup. Este método estima los flujos de caja de los diferentes escenarios a los que se enfrenta la compañía ponderándolos por la probabilidad de ocurrencia de los mismos.

Existen otras metodologías también comúnmente aplicadas en la valoración de este tipo de inversiones: (i) Método basado en Opciones reales, que considera las posibilidades que tienen algunos proyectos para introducir, en el futuro, modificaciones en las inversiones productivas; y (ii) el Método del Venture Capital, que se basa en las expectativas de rentabilidad del inversor en la salida.

Aunque los elementos que conforman el proceso de valoración de una startup son los mismos que los de una compañía de corte tradicional, éstos difieren en orden e importancia de aplicación. Es decir, si como todos bien sabemos, para valorar una compañía se han de analizar los resultados pasados para de esta forma estimar su futuro, en las compañías con alto contenido tecnológico se ha de examinar más bien la evolución prevista a largo plazo de los mercados y compañías donde desarrollará su actividad en condiciones de crecimiento sostenido, para así poder determinar el desempeño a futuro de la misma.

En el proceso de valoración a seguir, primero se han de identificar cuáles son las necesidades que va a satisfacer la compañía y, lo más importante, cómo es posible convertir esa necesidad satisfecha en dinero, algo que muchos olvidan y que es medida a través de lo que se conoce en el sector como ratio o tasa de conversión, difícil de cuantificar y comparar.

En este sentido, numerosas compañías tecnológicas de nueva creación desarrollan productos y servicios que cumplen con las expectativas y necesidades de los clientes, sin embargo no son capaces de monetizar el valor de los servicios prestados tales como información en tiempo real, interconexión social, búsqueda de empleos o recomendaciones gastronómicas y de viajes, entre otras muchas, bien sea a través de publicidad pagada, gestión de “big data” o e-commerce.

Con el fin de poder determinar el ratio de conversión, como uno de los tres pilares del proceso de valoración, se han de analizar con precisión los siguientes elementos que lo conforman:

  • Tráfico: número de visitas que se generan en el mercado objetivo.
  • Penetración en el mercado: contempla los clientes que han contratado el servicio o producto al menos una vez, dentro de la categoría donde compite, permitiendo conocer el potencial para poder atraer a clientes de la competencia.
  • Ingreso medio: el importe medio de los pedidos sobre la actividad (€/actividad).

Una vez estimado el ratio de conversión, y a través de éste los ingresos de la compañía, se ha de establecer cuál será el retorno sobre el capital invertido (comúnmente conocido como ROIC – Return On Invested Capital), mediante la determinación de los siguientes elementos:

  • Márgenes operativos en escenarios de madurez empresarial.
  • Nivel óptimo de capital.

El complejo problema al que se enfrentan los analistas e inversores de este tipo de compañías es que los altos márgenes operativos que presentan en los primeros años de su desarrollo son por la propia naturaleza del negocio y poco representativos en el largo plazo, por lo que al final la mejor fuente para determinar esta magnitud es examinar los márgenes de compañías similares que se encuentran en fases de crecimiento más avanzado y estable, sin obviar una máxima en este tipo de negocios, que altos niveles de tráfico no siempre se traducen en la consecución o éxito de resultados financieros.

En relación a los niveles óptimos de capital exigido, este tipo de compañías muestran una clara diferencia frente a las compañías tradicionales, y es que las exigencias de capital en activos físicos son mínimas y normalmente están muy vinculadas a necesidades de capital circulante, y en consecuencia a la proyección de ingresos estimados.

Por todo ello, el ROIC resultante será tan desproporcionadamente alto que los detractores de este tipo de análisis afirmarán que no es una medida representativa del valor de la compañía, ya que de ser así, numerosos competidores entrarían en el negocio, haciendo caer de forma drástica los precios. Este razonamiento deja entrever otra característica de este tipo de compañías: el principal capital se encuentra invertido en activos intangibles (marca, capacidades de distribución y volumen de tráfico, etc.), la mayoría de las veces no reflejados en los estados financieros de las propias compañías.

Una vez determinados los “drivers” de valor descritos (ingresos, márgenes operativos y necesidades de capital), es el momento de unir las estimaciones realizadas a largo plazo con las cifras financieras actuales de la propia compañía.

Para ello, hay que evaluar la rapidez de transición desde la situación actual a la situación futura prevista, lo cual debe ser consistente con los principios económicos y las características de la industria: ¿Durante cuánto tiempo los costes fijos serán superiores a los variables, reduciendo los márgenes operativos?, ¿Cómo se financiaran las necesidades de fondos cuando los ingresos crezcan más rápido que el capital invertido?, ¿Cómo afectará la competencia a los precios?... Éstas y otras muchas preguntas han de tener una respuesta clara si se quiere reflejar un estado real y sostenible de la compañía en el largo plazo.

Por lo tanto, y a modo de conclusión, lo más importante a la hora de valorar una compañía de características complejas, como puede ser el caso de las startups, es comprender cuáles son los principales “drivers” de valor de la industria y saber reflejarlos en el comportamiento estimado de la compañía de la forma más concisa y real posible, si es que esto no es una utopía en sí misma.

Sergio Martín Díaz