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Al hilo de un post anterior sobre Informes Integrados (del 9 de julio) y a la reciente presentación de la Guía G4 de la Global Reporting Initiative (GRI) para la elaboración de memorias de sostenibilidad, proponemos una reflexión sobre el tema de la rendición de cuentas, no sólo desde la perspectiva económica, la más extendida, sino también social, ambiental o de gobernanza de las organizaciones y su utilidad para la empresa y sus diferentes grupos de interés o stakeholders.

Las memorias de sostenibilidad aparecen en la últimas dos décadas como medio inicialmente puesto a disposición de empresas y de manera posterior a otras organizaciones de carácter público o sin ánimo de lucro, para identificar, medir, gestionar y finalmente divulgar acciones pertenecientes al ámbito de la sostenibilidad, lo que desde la perspectiva organizacional se ha venido a denominar Responsabilidad Social Corporativa.

Cada vez se ve más necesario y se considera una licencia para operar validada por los diferentes grupos de interés que las organizaciones rindan cuentas y que lo hagan de forma transparente. Esto no implica que dicha rendición de cuentas no se realice de forma estratégica y focalizada: lo que implica es que las organizaciones generen un sistema de información centrado en los aspectos relevantes de la gestión, es decir, que parta de un análisis de materialidad riguroso. Esto, en el contexto de la gestión sostenible o socialmente responsable de una organización, implica que se analicen los impactos económicos, sociales, ambientales o de gobernanza, tanto positivos como negativos.

La rendición de cuentas se enmarca en un proceso de generar y gestionar un sistema de información que permita medir y evaluar aspectos relevantes para la gestión sostenible de una organización, teniendo en cuenta una serie de principios, protocolos de información y parámetros de evaluación comúnmente aceptados por el entorno de dicha organización.

En este sentido, la nueva herramienta desarrollada por la GRI, la G4, presenta como novedad más importante frente a directrices anteriores el centrar el análisis en la definición de los aspectos relevantes para la gestión de la organización, es decir, sube a primer plano el análisis de materialidad. Son considerados también muy relevantes a la hora de enfrentar el proceso de elaboración de memorias por parte de las organizaciones la toma de posición activa de la alta dirección en la gestión de la sostenibilidad, el proceso y las vías utilizadas para dialogar con las partes interesadas, el nivel de compromiso adquirido por la organización en el desarrollo de la gestión socialmente responsable y los mecanismos de seguimiento del alcance de dichos procesos de mejora.  En este sentido se incorpora un nuevo concepto, el denominado “mecanismo de remediación” es decir, que en el caso de que existan impactos negativos, es necesario establecer cómo se mitiga, compensa o remedia el daño producido.

Un aspecto importante de la evolución es la posibilidad de partir de la estructura de la guía G3.1 que las organizaciones estuvieran ya utilizando, ya que se mantiene la mayoría de contenidos, aunque hay cambios en aspectos como cadena de suministro, gobernanza o anticorrupción, entre otros.

Para aquellas organizaciones que ya estuvieran generando informes de sostenibilidad siguiendo las directrices GRI, no debe suponer un trauma el adaptarse a la nueva G4, quizás sea más un trabajo de reflexión y de análisis estratégico de por qué y para qué se está informado sobre aspectos de responsabilidad social que de generación de información. Para el resto de las organizaciones que aún no se han decidido a dar el paso, supone un reto que les permitirá interiorizar modelos de gestión avanzados y estar correctamente situadas ante lo que el futuro pueda depara.

María Jesús Muñoz-Torres
Catedrática de Economía Financiera y Contabilidad en la Universitat Jaume I de Castellón