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Cuando pensamos en la palabra reestructuración, la primera palabra que nos viene a la mente es cambio; sin embargo, la reestructuración empresarial debería ser un proceso natural en la vida de cualquier empresa, por lo que sería mucho más adecuado asociarlo al concepto de evolución o crecimiento. Las reestructuraciones son la esencia del aumento de productividad y de la regeneración empresarial.

Pero por desgracia muchas organizaciones han llegado a su madurez, creando organizaciones muy rígidas y encorsetadas, y sólo se plantean la reestructuración cuando los problemas ya se ven reflejados en su cuenta de resultados o en su tesorería. Cuando en la fase de análisis de nuestro trabajo, se pregunta a los empleados por qué se hace ese procedimiento/tara de esa manera, la respuesta en la mayoría de las ocasiones ha sido “siempre se ha hecho así”.

Es entonces cuando el proceso de reestructuración empresarial, se convierte en un quebradero de cabeza para la Dirección, teniendo que tomar decisiones difíciles, pues pueden afectar a su viabilidad futura. En muchas ocasiones, se requiere acometer inversiones para conseguir una mayor eficiencia, lo que en un principio choca con el objetivo de reducción de costes que suele ir acompañado a la reestructuración, por lo que la decisión de acometer el proyecto debe estar sustentada en un análisis de retorno y viabilidad en el corto plazo. Cuánto más se tarde en acometer el proceso, a más áreas de la empresa afectará la reestructuración.

El concepto de resiliencia empresarial debe ser adoptado y transmitido a toda la organización, de manera que el cambio, la transformación, la mejora continua forme parte de la cultura de la empresa.

Esto no significa que deba cambiarse continuamente la estrategia empresarial, porque si no estaríamos ante una empresa sin rumbo, sin unos objetivos claros, lo que en un corto plazo le llevaría a su desaparición. Una empresa debe tener claramente definidos e identificados sus pilares básicos del negocio, al igual que sus oportunidades y amenazas. Y a partir ahí realizar un análisis para poder generar valor de forma continuada.

La reestructuración empresarial puede ser:

  • Interna: Tiene el objetivo de generar una mayor eficiencia en la operativa de la empresa, y puede abarcar diferentes áreas a su vez: tecnológica, condiciones laborales o de recursos humanos, procesos de negocio.
  • Financiera: Suele ser la más habitual, el objetivo es conseguir una nueva estructura de financiación. No obstante, una reestructuración financiera, si no va acompañada de una reestructuración interna, puede fracasar en el medio / largo plazo.

Un plan de reestructuración puede aplicarse desde una perspectiva negativa, cuando hay que reaccionar a las amenazas; o desde una perspectiva positiva, cuando se necesitan cambios para poder lograr oportunidades de negocio.

Es importantísimo tener identificadas y valoradas las amenazas de nuestro negocio, y tener definido un plan de contingencia, aunque la probabilidad de ocurrencia sea baja y con un horizonte temporal a largo plazo. Valorar el impacto de aspectos transversales como la tecnología, la sostenibilidad, la regulación del mercado en el que se opera, y la capacidad de adaptación de nuestra empresa, hará que el proceso de reestructuración sea un proceso natural en la vida de la organización, y no suponga cambios radicales.

Cuando estamos en proceso de reestructuración negativa, suele ser necesario tanto la reestructuración interna como la financiera.

De igual forma, podemos acometer un plan de reestructuración para conseguir oportunidades de crecimiento de negocio, o reestructuración positiva. Puede que una empresa no tenga problemas, y que incluso no se vea amenazada por incertidumbres del mercado o el entorno; sin embargo, si no tiene identificadas y valoradas sus oportunidades de crecimiento, no acometerá la reestructuración necesaria para poder conseguirlas. En este caso, la reestructuración no es imprescindible para su supervivencia, sin embargo, estará dejando pasar la oportunidad de crecimiento, que puede que sea la base de su futura viabilidad cuando tenga que enfrentarse a las amenazas, y entonces su capacidad de reacción sea tarde.

El mundo en el que vivimos se mueve a una velocidad de vértigo, y es fundamental para la viabilidad de las empresas saber adaptarse a los cambios que se producen en nuestro entorno. Por ello es fundamental, adoptar un plan de reestructuración empresarial con tiempo para poder reaccionar y que las medidas no sean demasiado drásticas, sino que se vayan incorporando de forma gradual a las organizaciones, de esta forma, conseguimos que la reestructuración sea el proceso natural de crecimiento en una empresa y generar valor.