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En estos días en los que la COP26 ha hecho que hablemos mucho más del Cambio Climático que de costumbre, es el momento de realizar una reflexión sobre la responsabilidad que tenemos como usuarios, clientes, proveedores, inversores. Y, en definitiva, de la responsabilidad que tenemos como sociedad.

A menudo nos sentimos poco implicados en la búsqueda de soluciones al problema, escudándonos en que los que pueden hacer algo son los gobiernos o las empresas. Y definitivamente sí, tanto los dirigentes de los gobiernos como los de las empresas privadas tienen la obligación de jugar un importante papel en la transición a una economía neutra en carbono. Pero no podemos delegar toda esa responsabilidad que tenemos como sociedad.

A pesar de que la Unión Europea ha tomado decisiones muy relevantes para posicionarse como parte de la solución (por ejemplo, con el Green Deal o la definición de la Taxonomía verde), los dirigentes suelen ser cortoplacistas. En cuanto a las empresas, a menudo no potencian sus productos sostenibles o a granel porque no perciben una demanda de sus clientes.

Los riesgos “físicos” del cambio climático ya aparecían en el corto plazo. Mientras que los riesgos de “transición” empezaban a aparecer a medio plazo y las implicaciones financieras para las compañías pueden llegar a ser millonarias.

Esto ocurre, en parte, porque somos reacios al cambio y, en parte, porque no somos conscientes de las implicaciones que tienen nuestras decisiones de compra. En el caso de los residuos de plástico que generamos, tenemos que informarnos. Por ejemplo, ¿sabía usted que los plásticos que tienen color negro o que tienen mezclas de varios componentes son más difíciles de reciclar? Y ya no hablemos de pensarse dos veces el tipo de coche que uno se va a comprar o las veces que puede existir otra alternativa más sostenible al uso de nuestro vehículo de gasolina. Los alimentos y el comercio de proximidad es otra de las formas de evitar emisiones innecesarias a la atmósfera debidas a su traslado.

Pero, todo esto, ¿por qué deberíamos hacerlo?

Según el sexto informe del IPCC, la temperatura global podría aumentar 2,7 grados a finales de siglo con respecto a la media de la era preindustrial si se mantiene el actual ritmo de emisiones de gases de efecto invernadero. Hemos escuchado este titular en la prensa hasta la saciedad. Pero ¿qué implicaciones tendrá? Solemos pensar en “el mundo que dejaremos a nuestros nietos”. Pero a finales de siglo, y por poner ejemplos concretos, mi hijo pequeño que ahora mismo tiene un año tendrá 80 años. No queda tan lejos el que nuestros hijos tengan que acostumbrarse a vivir con olas de calor, fenómenos extremos, confinamientos debidos a altas concentraciones de gases contaminantes, etc.

Recientemente he estado involucrada en varios proyectos de identificación y evaluación de los riesgos climáticos de compañías españolas con presencia en múltiples países, en los que priorizábamos los riesgos en “corto”, “medio” y “largo” plazo. Para ello, se empleaban escenarios climáticos definidos por el IPCC. Pues bien, el resultado fue que los riesgos “físicos” del cambio climático ya aparecían en el corto plazo. Mientras que los riesgos de “transición” empezaban a aparecer a medio plazo y las implicaciones financieras para las compañías pueden llegar a ser millonarias. Hasta ahora el Cambio Climático era cosa del futuro. Pero ya empezamos a ver las consecuencias.

Pero no quiero ser derrotista, aún estamos a tiempo de cambiar la situación. Para ello, me gustaría hacer referencia a una frase que dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU: «La emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo, pero es una carrera que podemos ganar. La crisis climática está causada por nosotros y las soluciones deben venir de nosotros. Tenemos las herramientas: la tecnología está de nuestro lado».

Pero yo, además de la tecnología, citaría que lo que está de nuestro lado en lucha contra el cambi oclimático es nuestra conciencia como sociedad. Debemos informarnos más, tomar decisiones de compra teniendo en cuenta todos los costes directos e indirectos. Estoy segura de que esto hará que muchas veces tomemos la decisión de comprar productos locales o más sostenibles, aunque su coste directo sea más alto, pero que sus costes indirectos sobre el medioambiente no tengan comparación. Porque recordemos que no tenemos un planeta B.