Empresas más comprometidas con la sociedad, con sus propios empleados y con el planeta. El escenario actual plantea una discusión que era impensable hace décadas: ¿Ante quién debe rendir cuentas? ¿Solo ante los accionistas? Ana Sainz, directora general de la Fundación SERES, y Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, conversan sobre las siglas ESG.
La pandemia y la crisis derivada de ella, lejos de haber atemperado el ímpetu de las cuestiones sociales, ambientales y de gobernanza (ESG), en beneficio de la atención a las “constantes vitales”, como explica Ramón Pueyo, ha acelerado el proceso. Las siglas ESG han ganado peso en la agenda de las compañías por tres factores, según el socio de KPMG:
Empresas con propósito. Es uno de los conceptos que más escuchamos en foros de debate y que más trabajo académico está generando. BlackRock, una de las mayores gestoras mundiales de fondos, ya advirtió en su informe de perspectivas de inversión para 2021: “Preferimos los activos sostenibles, en vista de una creciente inclinación social por la sostenibilidad”.
Las empresas, en esta tercera década del siglo XXI, ya no se deben solo a los accionistas, sino también a los grupos de interés: los clientes, los empleados y las sociedades donde están presentes. Es un fenómeno que los propios accionistas e inversores están interiorizando. Son ellos mismos los que reclaman ese cambio, sostiene Ana Sainz. En correspondencia, la sociedad otorga a la empresa un papel aún más relevante de liderazgo social.
“En la última edición del Barómetro de Confianza de Edelman, las empresas fueron señaladas por la ciudadanía como las entidades en las que depositan una mayor credibilidad y confianza”, subraya Sainz. “Exigen, además, a los CEO una mayor presencia pública ante los desafíos sociales (muchos de ellos vinculados a la pandemia)”.
¿Y cómo analizamos el cumplimiento de los objetivos ESG? El informe La visión de los asuntos ESG desde el consejo de administración, elaborado por KPMG y la Fundación SERES, considera la ausencia de indicadores como uno de los principales retos a subsanar en los próximos años.
“Lo que nos dicen los consejos de administración es que una de las mayores dificultades a las que se enfrentan cuando quieren supervisar en qué medida las compañías lo están haciendo, bien, mal, regular o excelente en lo relativo a lo ESG, es una materia un poco intangible al que le faltan indicadores y objetivos para que ellos puedan ver en qué dirección van las compañías”, explica Ramón Pueyo.
Ana Sainz considera clave que el compromiso con los asuntos ESG sea “transversal a todas las áreas de negocio”. De ahí la relevancia de un nuevo liderazgo responsable, como lo denomina ella, y que los consejos reciban información homogeneizada sobre los asuntos no financieros.
“Esto exigirá -sostiene Ana Sainz- fuerzas específicas en todas partes y, por supuesto, un nuevo contexto en el que los consejos fijarán su atención en cuestiones como una mayor trasparencia y simplicidad en el reporte –del mismo modo que en el caso de los indicadores financieros -, la ética como principio básico y una respuesta más completa por parte de la organización”.
También Ramón Pueyo abunda en la importancia de ejercer un liderazgo fuerte desde el Consejo. Y vincula las buenas prácticas en materia ESG con consejeros que “participan y guían apropiadamente la estrategia de sus compañías en materia de sostenibilidad y de ESG”, con indicadores apropiados y evaluando si se cumplen los objetivos o incluso si hay que cambiar de objetivos.
Pero volvamos a lo intangible, al “cash flow social”. Porque existen otros indicadores , señala la directora general de SERES, y no hay que desdeñarlos. Como, por ejemplo, el posicionamiento público de los principales líderes de este país en relación con la necesidad de generar un nuevo contrato social.
Dentro de las siglas ESG (Environmental, Social and Governance) la sostenibilidad, con el esfuerzo por mitigar y anticiparse a los efectos del cambio climático como prioridad, está a la cabeza en las preocupaciones de los consejos. Y no decaerá como prioridad porque la pandemia ha puesto de manifiesto las consecuencias de vivir de espaldas a la Naturaleza.
Ramón Pueyo observa que la agenda ESG ha estado muy dominada por la E, por las cuestiones ambientales, y en particular por lo que tiene que ver con el cambio climático, por razones claras: por la urgencia del problema, por la magnitud de los cambios que hay que imponer en las compañías para alcanzar los planes de descarbonización, por la regulación que viene al respecto y los compromisos de los países.
“Hay otro asunto ambiental que va ganando progresivamente la relevancia que merece: la biodiversidad, con la distribución de los ecosistemas, que se irá intensificando a lo largo de los próximos años”Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG
La conservación de los ecosistemas determina la conservación del ser humano, porque vivimos en la biosfera y sin ella no podemos seguir viviendo, subraya Ramón Pueyo. “Este es un asunto -explica- que ha ido poco a poco ganando tracción y que, a mi modo de ver, va a ir ganando mayor tracción rápidamente, porque hay un impulso regulatorio por parte de la UE y porque lo inversores empiezan a preocuparse muchísimo por la destrucción de la diversidad, como se han preocupado muchísimo por el cambio climático”.
También Ana Sáinz considera que, aunque las cuestiones medioambientales y de gobernanza continuarán presentes, “el peso de la S, de lo social, irá adquiriendo un papel protagonista dentro de las organizaciones”.
“Estamos convencidos y la experiencia en SERES también nos dice que las empresas tienen una gran relevancia en el desarrollo económico y social, ya sea a través de sus operaciones o de la creación de cadenas de valor. Se preocupan cada vez más por los riesgos sociales”, indica la directora general de la Fundación.
“Cuestiones tan complejas como la gestión del talento o los derechos humanos están obligando a las empresas a redoblar esfuerzos en el diálogo con sus empleados, consumidores, proveedores o comunidades locales”Ana Sainz, directora general de la Fundación SERES
Los ejemplos de empresas que ofrecen tanto resultados económicos como sociales han puesto de manifiesto, según Ana Sainz, que generar valor social es posible y se vislumbra como una oportunidad para generar resultados económicos, así como un impacto social positivo.
Coincide Ramón Pueyo en que durante la pandemia “los inversores han puesto sobre todo el foco en la S, en las cuestiones sociales, en las cuestiones que tienen que ver con la preservación del empleo, con la salud y seguridad de los empleados, con la atracción y retención del talento”.
Este cambio en la mirada es de tal envergadura que “hay quién dice que en lugar de ESG, deberíamos llamar a esto EESG, donde habría dos E y la primera respondería a empleados”, subraya el socio de KPMG.