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La fusión entre regulación y tecnología está poniendo patas arriba la industria financiera y el modelo de negocio de las entidades. La transformación digital -que es el hilo conductor del informe Unión Bancaria, el reto de ser digital y regulado, elaborado por PwC- se ha convertido en una condición sine qua non para el desarrollo del negocio bancario. Ya no hablamos de “ser o no ser digital”, sino de “cómo ser digital” en un mundo intensamente regulado y que, al mismo tiempo, está abriendo las puertas de par en par a nuevos jugadores.

En este contexto, los bancos necesitan adaptarse a las nuevas tecnologías para ser competitivos. El cliente lo reclama, la eficiencia lo exige, la realidad lo impone. Pero, más allá de la inevitable transformación digital, lo que está en juego es la propia esencia de la industria financiera. El modelo de negocio actual, basado en un concepto universal de servicios hermético y vertical, está seriamente amenazado. La intersección de la digitalización y la regulación apunta hacia un escenario mucho más abierto y fragmentado, en el que los bancos van a tener que elegir qué hacer, con quién colaborar y cuál es el nicho de clientes al que quieren dirigirse.

Los competidores están llamando a la puerta

En este punto, es preciso distinguir entre las empresas fintech -principalmente pymes que tratan de morder las esquinas más rentables del negocio tradicional- y los gigantes tecnológicos, interesados en una parte, de momento reducida, del pastel. Aunque pueden incomodar a los bancos tradicionales, las fintech no tienen tamaño ni potencia suficiente para alterar el statu quo de la industria financiera. Sin embargo, cosa bien distinta son las grandes compañías tecnológicas (Apple, Amazon, Google, Facebook…), que a su fortaleza en términos de capitalización bursátil -el valor en bolsa de las ocho líderes tecnológicas está ligeramente por debajo de la banca mundial-, añaden su experiencia de cliente y su buena reputación. Aunque, de momento, sus activos y su patrimonio se encuentran lejos de los de la banca.

Esta amenaza, no obstante, todavía no se ha concretado pero, cuando lo haga, tendrá en la regulación un factor determinante en la medida que estos gigantes tecnológicos supongan un incremento significativo del riesgo del sistema; ya sea a través de la concesión de créditos o de la comercialización de productos financieros.

La amenaza de la ciberseguridad

La proliferación de dispositivos digitales y de servicios en la nube, entre otros factores, ha multiplicado los riesgos de que se produzcan incidentes que interfieran gravemente en el funcionamiento de los bancos. El Fondo Monetario Internacional cuantificó en 2018 las pérdidas de los ataques cibernéticos para la banca mundial entre 97.000 y 351.000 millones de dólares anuales. Estamos, pues, ante un cóctel potencialmente disruptivo en el que se mezclan tecnología y regulación y que puede derivar en un cambio de paradigma en la industria financiera.

La gestión de la reputación, presente y futuro del sector bancario

Otro de los grandes retos que afrontan los bancos, y que también está vinculado con su rentabilidad, es la gestión de su reputación, gravemente erosionada durante la crisis económica y financiera, y la consecuente pérdida de confianza en su función. Por ello, el riesgo de conducta se ha convertido en una preocupación principal tanto para las autoridades supervisoras y reguladoras como para los propios bancos, que han reaccionado mejorando sus marcos de gobernanza para evitar comportamientos inapropiados. No obstante, a las entidades financieras aún les queda mucho por hacer para recuperar la confianza del cliente, lo cual es fundamental si quieren alcanzar una rentabilidad sostenida de su negocio. No va a ser una tarea sencilla. Ni rápida.

Más presión regulatoria

La Unión Bancaria y las autoridades de regulación y supervisión van a seguir aumentando las exigencias a la banca, obligándoles a reforzar sus niveles de capital y el control de sus riesgos.Un buen ejemplo es la nueva definición de default, que se irá poniendo en marcha poco a poco y que, previsiblemente, aumentará el volumen de créditos dudosos de los bancos. Pero hay otras muchas por venir: como la definición del MREL por entidades o, en el ámbito doméstico, la próxima entrada en vigor de la Ley nueva Hipotecaria, entre otras. Todas estas nuevas exigencias podrían seguir presionando la rentabilidad de la banca europea cuyo ROE estaba en el 6,88%, en el segundo trimestre de 2018; muy lejos de las tasas registradas antes de la crisis.

“El sector financiero vive momentos decisivos, marcados por la conjunción de diversos factores como la digitalización y el aumento de la regulación, pero es también tiempo de tomar decisiones, de anticiparse a lo que está por venir y de atrapar las grandes oportunidades que de ello se van a derivar”.

Alberto Calles, socio responsable de la Unidad de Regulación financiera y Riesgos de PwC