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Una prueba mal enfocada, un análisis incompleto, o una redacción incomprensible en un informe de Auditoría Interna puede provocar que la organización minusvalore los riesgos que se han expuesto o que, al contrario, se destinen recursos en una vía inadecuada y no se detecten los riesgos reales a los que se enfrenta.

El informe de Auditoría Interna es el resultado del trabajo realizado por el auditor interno. El Instituto de Auditores Internos ha puesto el foco en la elaboración del informe a través de la experiencia práctica y ejemplos reales.

Según el ponente de la edición de septiembre de Los Lunes del IAI, Eduardo Villalobos, director de Auditoría de Servicios Centrales del Grupo Cooperativo Cajamar (GCC), “un mal informe perjudica enormemente un buen trabajo de Auditoría Interna”. A la hora de supervisar un informe de Auditoría Interna, el responsable puede encontrarse con problemas que añadan esfuerzo y tiempo extra al trabajo realizado. Una redacción que no se entiende, una prueba mal enfocada, preguntas que no se han hecho, o un análisis incompleto, pueden dejar sin una visión adecuada de un riesgo que se quiere poner de manifiesto en un informe de auditoría interna y, en consecuencia, pueden poner en peligro a la organización.

A través de la experiencia de GCC, Villalobos destacó dos fases a la hora de elaborar el informe de Auditoría Interna y evitar algunos de los errores más comunes: la fase de obtención de conocimiento y la de redacción.

Durante la fase de obtención de conocimiento es indispensable profundizar en los principales riesgos y controles del proceso que se va a auditar, así como en las pruebas que se van a hacer (su objetivo y los métodos de muestreo), y llegar a una opinión de consenso entre todos los profesionales que intervienen en la elaboración de la Auditoría Interna.

Respecto a la segunda fase, Villalobos ha señalado que la redacción eficaz de un informe de Auditoría Interna es clave para que logre su objetivo. El problema no está únicamente en que esté mal redactado y que no se entienda, sino también en la cantidad de tiempo que se invierte en escribirlo y reescribirlo. Por ello, es imprescindible que se realice un esquema antes de empezar –planificando correctamente los puntos más relevantes que se van a desarrollar después-; que se utilicen frases cortas para formar un texto claro, sencillo y conciso; que las afirmaciones se apoyen en datos y evidencias del trabajo; y que el resultado sea muy visual, con tablas, gráficos y listas.

Según Villalobos, un informe bien elaborado debería tener un 40% de planificación, un 30% de escritura, y otro 30% de revisión.

Fuente: Instituto de Auditores Internos

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