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La declaración de estado de alarma en España vino acompañada de imágenes de supermercados con estantes vacíos y aunque es cierto que no fue por falta de abastecimiento, sino por la compra excesiva de los consumidores, confieso que yo también me dejé llevar y compré pasta y arroz para una larga temporada, la crisis del coronavirus ha subrayado la importancia del un sistema alimentario robusto y resiliente que funcione en todas las circunstancias.

En línea con esto, recientemente se ha presentado la estrategia “Farm to Fork” en la Comisión Europea, una estrategia que se enmarca en el Pacto Verde y tiene como objetivo la transición hacia un sistema alimentario sostenible, tanto para productores y consumidores, como para el clima y el medioambiente.

La estrategia establece iniciativas, tanto regulatorias como no regulatorias, en las principales fases de la cadena de valor, con especial énfasis en la producción primaria.

Los productores son agentes clave en esta transición

La estrategia tiene como meta reducir el impacto en el medioambiente y el clima de la producción primaria, pero al mismo tiempo busca asegurar un retorno justo para los trabajadores del sector primario, donde se incluye la agricultura, la ganadería, la pesca y la explotación forestal.

“Farm to Fork” establece objetivos ambiciosos en el uso de pesticidas y fertilizantes, las ventas de antimicrobianos o el aumento de la superficie destinada a cultivos orgánicos, muy en línea con la Estrategia de Biodiversidad 2030 presentada el mismo día.

Destacan dos herramientas claves para lograr esta transición sin perjudicar a los trabajadores: la Política Agraria Común (PAC) y la Política Pesquera Común (PPC), que deberán reflejar la ambición del Pacto Verde y de la estrategia “Farm to Fork”. Por ejemplo, ya se ha establecido que el 40% del presupuesto de la PAC debe contribuir a la acción por el clima.

Una oportunidad para Industria, distribución y comercio

En las fases de procesado, distribución y comercialización de la cadena alimentaria la estrategia tiene la ambición de reducir la huella ambiental del sistema, promoviendo métodos de producción sostenibles y modelos de negocio circulares como por ejemplo modelos de negocio basados en el secuestro de carbono en tierras agrícolas.

Asimismo, busca la colaboración de los diferentes agentes para facilitar la adopción de dietas saludables, aunque en este caso las propuestas presentadas se quedan en compromisos voluntarios.

Voluntarios o no, está claro que los consumidores cada vez estamos más concienciados y tomamos decisiones de compra valorando aspectos de salud y sostenibilidad. Por ello, las compañías que integren la sostenibilidad en su estrategia y que comuniquen con transparencia sus impactos, tanto positivos como negativos, fortalecerán su marca y serán más sostenibles a largo plazo.

Como consumidores, también tenemos nuestro papel

La estrategia quiere promover la adopción de dietas saludables y sostenibles por parte de los consumidores. Para ello, propone mejorar la información nutricional y de sostenibilidad de los alimentos para que los consumidores tomemos decisiones más informadas.

Uno de los argumentos más frecuentes en contra de la alimentación sostenible es su precio. Para eliminar esta barrera y apoyar el consumo sostenible, la estrategia propone alentar medidas fiscales que mejoren la disponibilidad y el precio de este tipo de alimentos.

Y por último, no nos olvidemos de todo lo que no comemos

La Comisión Europea estima que cada año se desaprovechan en el mundo más de 1.300 millones de toneladas de alimentos, es decir, un tercio de la producción mundial, de los que 89 millones de toneladas de comida en buen estado corresponden a la Unión Europea.

En este ámbito, la estrategia propone fijar objetivos de reducción legalmente vinculantes para conseguir lograr el compromiso de reducir a la mitad los desperdicios alimentarios en 2030.

Como hemos visto, para permitir y acelerar la transición a un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente, es necesaria la colaboración de todos los agentes a lo largo de la cadena de valor alimentaria. La estrategia busca recompensar a todos los agentes que ya han adoptado prácticas sostenibles y dotar de servicios de asesoramiento e instrumentos financieros a todos los que quieran unirse a la transición, así como impulsar la investigación e innovación.

La estrategia Farm to Fork nos brinda la oportunidad de subrayar el valor, que sabemos que se encuentra en auge, de la sostenibilidad y la dieta saludable en el sector alimentario y, desde el punto de vista empresarial, de ofrecer un servicio a los agentes de cambio que les permita evolucionar hacia esta nueva estrategia que, de manera global, nos beneficia a todos.

Natalia Sánchez

Fuente: KPMG

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