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La línea que separa los sectores financiero y tecnológico está cada vez más difusa. Cuatro grandes cambios tecnológicos alterarán los servicios financieros en los próximos años.

El director general del banco francés BNP Paribas, Jean-Laurent Bonnafé, tiene una misión para crear lo que llama “el banco del futuro”. Y está preparado el terreno para que su plan tenga un fuerte respaldo financiero: en febrero de 2017, el banco anunció que duplicaría su inversión en tecnología para los próximos tres años hasta los 3.000 millones de euros para alcanzar tres objetivos principales: transformación digital, nuevas experiencias para los clientes e incrementar la eficiencia.

Otros ejecutivos de grandes entidades financieras piensan en términos similares, invirtiendo millones en programas de transformación digital incluso en un contexto de bajos tipos de interés y ajustados márgenes de rentabilidad. El año pasado, el banco holandés ING pignoró 800 millones de euros en cinco años para su programa de transformación digital, mientras que el banco Emirates NBD de Dubái ha asignado 136 millones de dólares a su propio plan de tres años. Los analistas de la compañía de investigación IDC estiman que, en 2015, el gasto en transformación digital sólo de la banca retail de EE.UU alcanzó los 16.600 millones de dólares, y esperan que esta cifra alcance una tasa de crecimiento compuesto anual del 10,4% en 2019.

En otras empresas del sector, la ola de inversiones ha sido más débil, especialmente como consecuencia del rechazo por parte de los sistemas tradicionales o unas culturas corporativas conservadoras. Sin embargo, tanto el segmento de las aseguradoras como el de las gestoras de activos han comenzado a concretar sus propios planes en este campo.

En la aseguradora del Reino Unido Aviva, el director general del grupo, Mark Wilson, ha declarado que quiere que su empresa sea un “desestabilizador digital de 320 años de edad en el sector asegurador” y cada año aplica en la región 100 millones de libras (127 millones de dólares) para lograr ese objetivo. Por su parte, el negocio de Gestión Patrimonial de Deutsche Bank ha anunciado recientemente que va a invertir 65 millones de dólares en funcionalidades digitales -como comprobaciones online de la solidez de sus carteras- para su segmento de clientes más alto.

¿MIEDO AL CAMBIO?

Detrás de la premura por invertir en nuevas tecnologías, en cierta medida, se encuentra el miedo al cambio —la preocupación de que las nuevas “fintech” y los bancos rivales, más hábiles en el uso de las nuevas tecnologías, ofrezcan soluciones más innovadoras para su negocio y, de esa manera, atraigan a nuevos clientes, especialmente del segmento llamado de “usuarios digitales”.

Eso, al menos, es lo que se decía. Recientemente, sin embargo, ha emergido una imagen más matizada. Las empresas del sector financiero han aumentado su desembolso en nuevas tecnologías, mientras que las firmas de capital riesgo han comenzado a controlar sus inversiones en nuevas fintech. Una nota de los analistas de capital de Morgan Stanley, de mayo de 2017, sugería que este cambio puede conllevar un entorno en el que las actuales empresas del sector financiero, no las osadas upstarts, comiencen a asumir el liderazgo en las inversiones en innovación.

Sea como fuere, parece haber un acuerdo generalizado de que los propios clientes serán quienes elijan a los ganadores, dado que el cliente, en su relación con la entidad financiera, le preocupa menos el tema tecnológico y mucho más la experiencia de consumo que esa entidad le pueda ofrecer.

“No veo que el cambio venga propiamente de la tecnología. En cambio, viene de la adopción y uso de dicha tecnología por las personas en su vida diaria y en sus negocios”, afirma Marc Lien, director de innovación y desarrollo digital en Lloyds Bank, que en 2015 se comprometió a asignar 1.000 millones de euros para mejorar las capacidades digitales antes del final de este ejercicio.

“El cambio no es un evento único. Es un proceso constante y se hace más notable cuando la adopción alcanza una escala significativa”, destaca.

Dicho eso, lograr un servicio mejor y más conveniente para los clientes sigue dependiendo, en gran medida, de una implementación inteligente, por parte de las entidades financieras, de nuevas y sofisticadas tecnologías. Y, durante ese proceso, de paso, esperan alcanzar grandes ahorros en la eficiencia. Por ejemplo, se prevé que la inversión, por parte de BNP Paribas, de 3.000 millones de euros pueda suponer un ahorro acumulado de costes de 3.400 millones de euros en 2020 y de 2.700 millones de ahorros de costes recurrentes desde ese momento.

En este contexto, destacan cuatro tecnologías claves como potenciales motores en la trasformación del sector: la autenticación biométrica; la tecnología blockchain; la computación cognitiva; y el open banking.

Autenticación biométrica

En un momento en el que los clientes deben de recordar múltiples contraseñas y códigos PIN para sus cuentas online, la autenticación biométrica—el uso de características físicas únicas, como son los escáneres de huellas dactilares o análisis del iris o la identificación por voz para autentificar una transacción—puede ofrecer una alternativa más segura y conveniente a las contraseñas tradicionales. En Japón y Brasil, el uso de los cajeros automáticos con esa tecnología, que escanean las palmas o dedos de la mano, ya se ha generalizado. En otras regiones, ha habido preocupaciones sobre el almacenamiento de los datos biométricos de los clientes, pero esto está cambiando como resultado de la demanda de los clientes y de las mejoras tecnológicas en ese sentido.

Aunque Motorola puede haber sido la primera empresa de smartphones que introdujo el reconocimiento de huellas dactilares en un teléfono, en 2011, esta tecnología no prosperó hasta el lanzamiento del Touch ID del iphone 5S, en 2013. Actualmente, varios bancos ofrecen el Touch ID de Apple como opción para que los clientes accedan a su cuenta bancaria desde su iPhone, incluyendo Lloyds, Bank of America y Rabobank. Además de Touch ID, HSBC/First Direct también ha implementado tecnología biométrica de voz para sus clientes de banca telefónica, que funciona realizando comprobaciones cruzadas contra 100 identificadores únicos, incluyendo funciones como la velocidad, cadencia y pronunciación de la voz, así como la forma de la laringe, el tracto vocal o los conductos nasales.

Mastercard, por su parte, está implementando “selfie pay”, o Verificación Móvil de Identidad, en Europa. Este sistema utiliza el reconocimiento facial para permitir que los usuarios de smartphones que realizan una compra autentifiquen sus identidades haciéndose una fotografía. Con la mayor sofisticación de cámaras, micrófonos y escáneres de huellas digitales, probablemente los consumidores utilizarán este tipo de soluciones para acceder a un gran número de servicios financieros.

BLOCKCHAIN

En la actualidad, se está popularizando la tecnología conocida con el nombre de blockchain (cadena de bloques en castellano) y se cree que puede ser crucial en el segmento de las transacciones. Usado para crear un mecanismo de protección, criptográficamente seguro para registrar transacciones, se trata de una alternativa más rápida y económica a los mecanismos tradicionales en los que han confiado tradicionalmente las firmas de servicios financieros. La tecnología Blockchain permite representar un registro de cada transacción en la que se transfiera el valor o la propiedad como un “bloque” de datos que contiene información básica— remitente, destinatario, fecha/hora, tipo de activo, valor y cantidad. Esos datos se almacenan en una red de ordenadores, en vez de un servidor centralizado. Cada nuevo bloque está unido directamente a su predecesor, usando criptografía avanzada, en una “cadena” que se extiende hasta el primer bloque. No es posible eliminar o cambiar ninguno de los bloques.

Potencialmente, este proceso ofrece enormes ahorros de tiempo y costes a los negocios bancarios, de seguros y de gestión de activos. Por ejemplo, se sugiere que puede eliminar las idas y vueltas entre reaseguradoras y aseguradoras hasta que se ponen de acuerdo sobre un siniestro. Con todo esto como telón de fondo, en octubre de 2016, las dos mayores reaseguradoras del mundo, Munich Re y Swiss Re, junto con las aseguradoras Aegon, Allianz y Zurich, lanzaron la Blockchain Insurance Initiative (B3i). En transacciones comerciales, se puede utilizar para hacer un seguimiento de la propiedad de bienes que cambian de propietarios varias veces en el tránsito desde sus países de origen.

En enero de 2017, siete bancos—Deutsche Bank, HSBC, KBC, Natixis, Rabobank, Société Générale y UniCredit—anunciaron que estaban colaborando en una plataforma internacional de finanzas comerciales basada en la tecnología blockchain, llamada Digital Trade Chain (DTC). Con el tiempo, la cadena de bloques podría ampliarse a actividades más centradas en el consumidor, que implican un fuerte peso de información e intercambio de documentos entre múltiples partes, desde la adquisición de una vivienda al abono de un siniestro por un seguro de automóviles.

COMPUTACIÓN COGNITIVA

El término “computación cognitiva” es amplio, pero, en general, se refiere a la aplicación de técnicas como el aprendizaje automático, los análisis predictivos y el reconocimiento de voz que imitan el funcionamiento del cerebro humano. En otras palabras, es clave a la hora de utilizar máquinas para tomar las decisiones que actualmente toman los humanos, usando sofisticados cálculos de “big data” y la amplia disponibilidad de potencia de procesamiento de bajo coste, a menudo en la nube. Estas funciones incluyen la predicción de tasas de impago de préstamos, el cálculo de primas de seguros y la garantía del cumplimiento de regulaciones de la industria (en un enfoque llamado “regtech”).

En gestión de activos, la computación cognitiva también apoya a los “robo-advisors”, máquinas que asesoran a los clientes sobre las opciones de inversión que probablemente consigan los máximos rendimientos, dadas las preferencias indicadas por los clientes (como el nivel de riesgo que quieren asumir, el horizonte temporal y los objetivos financieros específicos). Los robo-advisors ofrecen un asesoramiento altamente personalizado sobre estos parámetros y la cantidad de fondos a disposición del cliente. Se utiliza para alimentar los “chatbots” que asisten a los clientes de banca minorista con consultas y solicitudes básicas, desde la comprobación de los saldos al registro de un cambio de domicilio.

Esta tendencia de la automatización robótica de procesos, o RPA (Robotic Process Automation), podrían suponer malas noticias para los profesionales que hoy en día realizan estas funciones: en la próxima década, se podrían perder hasta 1,7 millones de trabajos en el sector bancario en EE.UU. y Europa por la automatización, según un informe del año pasado de Citigroup. Pero, para las instituciones financieras, amenazadas por los bajos márgenes, puede suponer una oportunidad para ganar en eficiencia. En septiembre de 2016 el banco de Bombay ICICI Bank anunció que ya había automatizado 200 procesos empresariales con “robótica de software” en áreas como banca retail, finanzas comerciales, divisas y servicios de tesorería, añadiendo que tenía planes para elevar este número a 500 antes del final el ejercicio, en marzo de 2017.

OPEN BANKING

A diferencia de la adopción optativa de estas tecnologías, la evolución hacia un modelo open banking probablemente sea obligatorio para las empresas de servicios financieros en Europa. Con la llegada de la Directiva de la UE sobre Servicios de Pagos (PSD2) en enero de 2018, los bancos necesitarán proporcionar acceso a otros proveedores de servicios e información financiera a las cuentas online de sus clientes mediante APIs abiertas [interfaces de programación de aplicaciones], cuando los titulares de las cuentas den su consentimiento. Los objetivos son aumentar la competencia, mejorar el servicio al cliente y promover el desarrollo de nuevos sistemas de pago online y móvil. La idea es que los bancos tradicionales se alejen de proporcionar “ventanillas únicas” para los servicios financieros y ofrezcan “plataformas abiertas”, desde las que los clientes puedan acceder a aplicaciones y servicios también de otras empresas.

El uso de APIs, para que terceros desarrolladores accedan a los datos del banco sobre productos y clientes, les permitirá crear nuevas aplicaciones para proporcionar comparaciones de precios sobre tipos de interés en los préstamos, ayudar a los clientes a gestionar mejor sus hábitos de gasto, o permitir que un proveedor de hipotecas visione el historial de transacciones de los clientes. También permitirá que terceros inicien pagos. En la práctica, esto requerirá que la banca retail desarrolle un conjunto de documentación, código de desarrollo y guías de implementación para que los utilicen estos desarrolladores, reduciendo drásticamente las barreras de entrada para participar en servicios financieros. “Existe, en Bruselas, una voluntad y un deseo de impulsar las empresas fintech y sus innovaciones, y la directiva PSD2 es claramente un reflejo de ello”, indica William Echikson, investigador asociado senior y director del foro digital en el Centro de Estudios de Políticas Europeas, un grupo de expertos con sede en Bruselas. Pero, añade que otra consecuencia es que las compañías del sector financiero deberán hacer frente a difíciles problemas de seguridad sobre la autentificación y autorización derivados de un entorno bancario más abierto.

GRANDES CAMBIOS POR VENIR

Todas estas tecnologías citadas anteriormente apuntan a un entorno probablemente muy diferente para el año 2030. Con una distinción cada vez menor entre finanzas y tecnología, las empresas tradicionales de la industria tendrán que hacer frente a nuevos actores. Y no necesitarán sólo controlar a las nuevas empresas. Los gigantes tecnológicos de Silicon Valley, como Google, Apple y Facebook, han fijado sus miradas también en el negocio de los servicios financieros. Aunque la mayoría de estas empresas se ha mantenido al margen del sector financiero, recelosas por la regulación, su trabajo en áreas como el monedero móvil, junto con su poder adquisitivo, sugiere incursiones más serias en el horizonte no demasiado lejano.

“Algunas cosas se mantendrán constantes”, dice el Sr. Lien de Lloyds Bank. “Incluso en 2030, las necesidades financieras fundamentales de las personas continuarán siendo las mismas: seguirán queriendo ahorrar para el futuro, pedir prestado dinero para sus compras, transferir dinero y proteger a sus familias.” Pero, reconoce, “lo que será profundamente diferente es cómo se cubrirán estas necesidades.”

Abordar el cambio tecnológico requerirá una enorme inversión, en un momento nada sencillo en muchas empresas del sector. El horizonte para la próxima década parece ser una amplia consolidación, con bancos adquiriendo no sólo fintechs sino también bancos más débiles. Los supervivientes serán las empresas que consigan ganar tanto a nivel de consolidación como, al mismo tiempo, surfear la ola del cambio tecnológico.

Artículo originalmente publicado en Perspective – The Economist Intelligence Unit

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Carlos Marcos