Las reglas del juego de los negocios han cambiado radicalmente. Las empresas son hoy en día extraordinariamente más complejas. La globalización ha incorporado un elemento adicional de complejidad al multiplicar el número de empresas –no solo grandes– con negocios en diferentes países. En muchos sectores, la presión regulatoria y supervisora está también obligando a las compañías a modificar su forma de actuar y de organizarse. ¿Cómo está reaccionando la profesión del auditor ante estos nuevos retos? En buena parte, la respuesta se llama tecnología.
El uso de la tecnología de vanguardia en los trabajos de auditoría tiene múltiples aplicaciones. Todas ellas ayudan a hacer simple lo complejo, hacen más fácil la vida del cliente y al mismo tiempo permiten a los profesionales desarrollar toda su capacidad de análisis y de aportación de valor. Los principales avances tecnológicos en el sector se están produciendo en dos áreas:
La incorporación de tecnologías punteras al trabajo de auditoría tiene, de esta manera, un efecto positivo para todos los que intervienen en el proceso.
Para la empresa, por supuesto, porque recibe más información, de un modo más ágil y de mayor calidad, con el consiguiente beneficio para la gestión de la compañía. El tratamiento masivo de datos permite al auditor llegar hasta los últimos rincones de la empresa y ayudar de esta forma a mejorar el control interno. Con esa base tecnológica, los auditores estamos preparados para suministrar a los directivos de la compañía información estratégica en áreas que no están directamente relacionadas con la función auditora y ayudarles a gestionar sus riesgos. Por ejemplo, en una operadora de telecomunicaciones uno de los capítulos más complicados es el reconocimiento de los ingresos, porque las tarifas y condiciones comerciales son muy variadas y cambiantes. La tecnología permite al auditor identificar, seleccionar y focalizar de esa amplísima gama de ingresos aquellos sobre los que quiere llegar a analizar con una fiabilidad prácticamente del cien por cien, ya que puede trabajar sobre el total de las transacciones, teniendo en cuenta además la tipología de cada ingreso, lo cual es una información muy valiosa para el cliente.
Especialización
La revolución tecnológica es también positiva para los profesionales de la auditoría porque la automatización hace posible la reducción de tareas manuales de recolección de evidencias y su sustitución por tareas más especializadas. De esta manera, los auditores están más liberados para centrar su atención en los aspectos más relevantes de la actividad de la compañía auditada y para desarrollar su capacidad de análisis del negocio y de las tendencias del mercado. Este cambio de orientación exige, por otra parte, que los auditores adquieran un conjunto de habilidades relacionadas con la tecnología para aprovechar al máximo las nuevas herramientas.
Las ventajas del uso de la tecnología alcanzan también a la totalidad del sistema económico, que se beneficia de una información más ágil y fiable. El propósito de la función auditora es expresar una opinión sobre los estados financieros y su adecuación a la realidad de la empresa. Pero no podemos olvidar que ese objetivo trasciende los límites estrictos de la compañía auditada y, en tanto que es la expresión de un criterio independiente, se convierte en una referencia clave de confianza y credibilidad para todos sus grupos de interés.
Naturalmente, no todo es tecnología. Además de disponer de las más avanzadas herramientas para hacer nuestro trabajo, las empresas auditoras necesitamos un equipo experto, un enfoque inteligente y una estrategia adecuada que permita combinar todo ello de forma eficaz. Hacerlo así nos permitirá generar información fiable, relevante y valiosa, tanto para los clientes como para la sociedad en su conjunto. Los nuevos tiempos exigen nuevas formas de trabajar, también en el sector de la auditoría.