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La tecnología ha revolucionado todos los sectores de actividad, y en el caso del sector bancario ha dado lugar a nuevos competidores. Unos competidores que, lejos de ser inofensivos, cada vez son más especializados, suponiendo un importante reto para la banca tradicional. Los servicios financieros ya no los prestan solo los bancos: numerosas startups son capaces de desarrollar nuevas soluciones utilizando de la forma más inteligente y eficiente posible la innovación y las nuevas tecnologías.

A la capacidad de innovación se une el hecho de que estas compañías, al ser más pequeñas que los bancos tradicionales, cuentan con estructuras muchas veces más ágiles y flexibles que les permite adaptarse más rápido a los cambios. Un inconveniente para los grandes bancos, que cuentan con estructuras más amplias que ralentizan la toma de decisiones.

A esto se suma el desencanto de la sociedad tras la crisis económica, por el que la banca tradicional ha visto un aumento del nivel de exigencia de transparencia por parte de los consumidores. En este punto, la tecnología y la transformación digital pueden resultar una ayuda indispensable a la hora de mostrar a los clientes su comportamiento ético, como pone de manifiesto el informe El nivel de madurez digital del sector financiero en España, elaborado por KPMG y Funcas.

Pero, ¿la aparición de nuevos competidores es positiva o negativa para la banca tradicional? Como explicó Bart Leus, responsable de Fintech e Innovación en Rabobank, en el marco del evento MoneyConf, “los bancos tradicionales cuentan con los ingredientes perfectos para evolucionar y transformarse con exito”. Unos ingredientes que, unidos a la fortaleza y presencia con la que parten estos bancos, puede hacerles salir reforzados de esta revolución.

La principal de estas fortalezas es el poder de la marca de los bancos tradicionales, que durante años se han labrado una importante confianza en la sociedad. A la marca se une la regulación a la que se ve sometido el sector, que genera un marco de seguridad normativa al que actualmente no pueden acceder los nuevos competidores, todavía por regular en gran parte.

“El resto de competidores financieros buscan obtener las ventajas competitivas que tenemos los bancos tradicionales: marca, confianza, conocimiento y capacidades de producto, base de clientes y red de distribución”, aseguró Leus. Siempre y cuando el sector bancario tenga en cuenta que la clave del negocio ya no es vender productos y servicios, sino la capacidad de acompañar y asesorar a los clientes aportando la mejor experiencia posible en la provisión de servicios y productos. Una cuestión que los nuevos competidores tienen muy presente.

“Si un banco quiere realmente generar disrupción y plantear un reto –a la banca tradicional. Tiene que ser realmente capaz de generar valor diferencial para los consumidores”, advertía en su ponencia en MoneyConf Mike Mullen, CEO de Atom Bank, una entidad que opera exclusivamente a través de los canales digitales.

De hecho, “la clave de la transformación en el sector bancario a futuro es la capacidad por parte de los bancos de diseñar y construir un modelo de relación e interacción con sus clientes basado en la innovación, en la confianza, en un servicio excelente y en un asesoramiento de alto valor, que se adapte a las expectativas y necesidades de las distintas clases de consumidores”. Actualmente los clientes están perfectamente comunicados, informados y tienen opciones de compra globales con una capacidad total de comparación, y por tanto es necesario ser capaz de diferenciarse en la forma de relacionarse con ellos anteponiendo el trato al cliente y sus necesidades a todo lo demás”, explica Pablo Orbiso, responsable de Fintech y Blockchain de KPMG en España.

La cuestión, más allá de qué puede aprender la banca tradicional de los nuevos competidores, es cuál será el modelo ganador del futuro. Y la banca tradicional lo tiene claro. Como asegura Leus, “el futuro es cercano al cliente, abierto, colaborativo y guiado por el propósito”, y el sector bancario está trabajando en esa dirección.

Patricia Alfaro

Fuente: KPMG

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