Auditoría & Co

Todo en la vida son ciclos: culturales, sociales, económicos incluso religiosos. Además, al ciclo universal que afecta a toda la humanidad se le añade el propio de cada país o comunidad, en virtud de los cambios particulares que afectan a ésta.

Creo que puede apreciarse hoy día el cambio de ambos ciclos y por eso reflexiono sobre la evolución de la profesión; la profunda transformación del sector en apenas quince años, dejando de lado los aspectos tecnológicos, mi análisis se centra en la esencia de la auditoría y del papel del auditor, actividad singular sobre la que no se identifican paralelismos en ninguna otra actividad profesional de nuestro entorno económico.

La actividad

Mientras que hasta hace muy pocos años la auditoría era la actividad “locomotora” de las firmas de auditoría, ofertando todos los servicios relacionados con las necesidades de las empresas en el ámbito financiero y contable, ahora ese catálogo de servicios se ha fragmentado y especializado de manera muy significativa.

La propia Ley de Auditoría, tanto la vigente como la que en muy breve espacio de tiempo la reformará, contemplan al auditor como el actor de la actividad de “auditoría de cuentas” dejando un gran vacío en la regulación de todo lo que no sea dicha actividad. Sin embargo el auditor debe ser acreditado por el Estado, demostrar su experiencia, superar una serie de exámenes y además estar sujeto al control y supervisión del órgano estatal creado al efecto. No veo ningún paralelismo en el resto de actividades profesionales de nuestro entorno económico.

El marco

Por otra parte, el aspecto técnico de la profesión ha sufrido una gran transformación tanto en lo referido al control y supervisión del propio profesional de la auditoría, como en el marco normativo, legal, contable y financiero que le rodea y en el que tiene que desenvolverse. Bien es sabido que el auditor no solamente debía conocer perfectamente la normativa y legislación contable, así como las normas técnicas propias de su profesión, el auditor debía además conocer, sin llegar a ser un experto, todas las normas que de una u otra manera pudiesen influir en la información financiera de las empresas que auditaba: desde aspectos fiscales hasta registrales.

Si siempre ha sido fundamental el aspecto formativo del auditor, hoy día es un aspecto crítico: el auditor debe “estar al día” de todas las novedades que se publican, desde las Resoluciones del ICAC hasta las Órdenes del Banco de España, desde la última interpretación de la última NIIF hasta la reforma de las leyes penales. En este sentido tampoco veo un paralelismo en otras actividades de profesionales en nuestro entorno.

La responsabilidad

Este es un aspecto clave. La responsabilidad de un profesional, sea cual sea su actividad, es la de llevar a cabo la misma en el entorno normativo de aplicación y, en su caso, el responder por los daños causados por los resultados de su trabajo. Entre otras muchas, las exigencias al profesional de la auditoría eran las de experiencia, independencia, secreto, diligencia, etc. Pero esto también ha cambiado significativamente y fundamentalmente en lo relativo a la responsabilidad.

Los hechos los conocemos todos y están ahí, no hace falta decir más. Pero en mi opinión sigue habiendo una gran falta de entendimiento del verdadero alcance de nuestra profesión en todos los actores del mundo económico y social, atribuyendo al profesional de la auditoría alcances que no le corresponden y sobre los que no tiene responsabilidad.

No renuncio a nuestra responsabilidad, pero creo que hay que ser muy consciente y evaluar muy detalladamente los daños que, en su caso, la práctica de la profesión haya podido causar, abstrayéndose de los grandes titulares y de las opiniones no profesionales. Tampoco veo paralelismo en otras actividades.

El profesional

Siempre he dicho que nuestra profesión no es vocacional, yo al menos no he oído nunca a un adolescente decir que su objetivo es ser auditor. Desde su implantación en España, desde hace más de treinta años, y hasta hace relativamente poco la auditoría era sin duda la profesión que más atraía a los jóvenes licenciados.

La excelente oportunidad de conocer la actividad económica por dentro de la empresa y la gran cantidad de negocios distintos por los que uno pasa era un factor muy tenido en cuenta a la hora de elegir nuestra profesión, junto con las atractivas remuneraciones y las proyecciones de carrera tanto en la propia firma como fuera de ella. Pero eso también ha cambiado. El envejecimiento de las plantillas en las firmas de auditoría, la salvaje competencia derivada de la crisis económica, las muchas horas de trabajo y el estancamiento en las retribuciones están llevando a una situación completamente distinta a la que hemos vivido hasta hace apenas unos años. Ya no estamos ni en los ochenta ni en los noventa, la sociedad ha cambiado y los jóvenes también.

El cambio

En mi opinión creo que es el fin de un ciclo y el comienzo de otro. No puedo valorar si mejor o peor pero sin duda distinto. Pero como cualquier cambio de ciclo habrá que estar muy atento a la adaptación de los actores del anterior al nuevo y sobre todo, a los nuevos actores y a los nuevos guionistas. Personalmente pienso que habrá una revitalización de la profesión derivada de la exigencia que a corto y medio plazo va a tener la profesión, no olvidemos que el papel del auditor va a tomar mayor protagonismo a través del Reglamento Europeo con el informe integrado y éste elevará la dosis de responsabilidad del auditor y por tanto su valoración profesional y económica. Por otra parte la salida de la crisis económica contribuirá a una mejora del sector.

Autor: Emilio Domenech

Categoria

Auditoría General

Fuente: BDO Auditores

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