Auditoría & Co

En un entorno económico cambiante, se recomienda que el empresario revise los principales factores de competitividad que afectan a su actividad y mercado. Adicionalmente, se recomienda mantener actualizado un plan de contingencias para responder ante posibles situaciones que pueden afectar a las previsiones y continuidad de negocio.

El desastre del Covid19 ha supuesto la interrupción o recortes de actividad en muchas empresas, repercutiendo drásticamente en su liquidez, y aporta incertidumbre en cuanto a la recuperación del consumo. Resulta necesario que las empresas trabajen en la preparación y puesta en marcha de un plan de reactivación.

A continuación, nos centraremos en la necesidad de evolucionar desde los planes de contingencias, hacia los planes de planes de reactivación.

Planes de contingencias o de continuidad

Un plan de contingencia es un conjunto de actuaciones añadidas a la operativa habitual. Cuatro son los pasos principales en un plan de contingencias. En primer lugar, se realiza un minucioso análisis de riesgos que se presentan ante situaciones –qué pasa si– o ante incidentes fuera de la operativa habitual. En segundo lugar, se clasifican los riesgos según la probabilidad de ocurrencia y de su impacto en el negocio. En tercer lugar, para cada riesgo se establecen los mecanismos de medición, controles y señales de alerta. Por último, se establecen los responsables, recursos y factores para evitarlos o mitigarlos.

Los planes de contingencia están certificados por la Organización Internacional de Normalización en base a la ISO22301. Las empresas más avanzadas en esta materia están certificadas o mantienen revisiones periódicas de su mapa de riesgos atendiendo, entre otros, a:

  • proveedores (due diligence, concentración, aprovisionamiento, sostenibilidad, CPR, reputacionales, cumplimiento de calidad, conflicto de intereses, …)
  • clientes (due diligence, insolvencia, concentración, incumplimiento de servicio, impacto medio ambiental y reputacional, incumplimiento de calidad, conflicto de intereses…)
  • tecnológicos (sistemas de información inoperativos, ciberseguridad, …)
  • liquidez (flujo de caja, posición de tesorería, incumplimiento de plazos, …)
  • operacionales (suministro energético, siniestros, conflictos laborales, averías equipamiento, …)
  • empleados (teletrabajo, actividades core y responsables de su mantenimiento, flexibilización y acomodación de condiciones laborales…)
  • regulatorios y jurídicos (contratos, sanciones, litigios y demandas judiciales, …)
  • desastres (terrorismo, siniestros, climatológicos, medio ambientales, …)
  • otros (fraudes, propiedad intelectual, conflictos de competencia, …)

Desde los planes de contingencias a los planes de reactivación

Los planes de contingencias más avanzados han estado tradicionalmente diseñados para atender desastres recurrentes e imaginables. No es fácil plantearse una situación de la magnitud del COVID19. Resulta complejo cubrirse ante un escenario con parón prolongado de la actividad y que, al mismo tiempo, requiera poner en acción la capacidad de teletrabajar masivamente sin margen de prueba. Las grandes empresas han reaccionado inmediatamente, pero en el tejido empresarial español donde predominan las pequeñas y medianas empresas se están planteando decisiones de continuidad.

En cualquier caso, tanto para grandes empresas, como para PYMEs, cuando se apueste por la continuidad del negocio, se entrará en un escenario que precisa emprender planes de reactivación que resulten asumibles, racionales, ordenados, estructurados, calendarizados y ejecutables. En definitiva, planes de reactivación diseñados mediante un libro de ruta que cubra, desde la reincorporación y gestión de las personas y coordine a las funciones operativas, como a los grupos de interés, para acortar eficientemente los plazos de recuperación de negocio.

Manuel Fernández – director desarrollo de negocio Gran Consumo y Retail en Auren