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El 31 de julio de 1944 el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de uno de los libros más difundidos de la historia –El Principito-, despegó con su avión de caza para una misión sobre la costa del sur de Francia de la que no regresó jamás. Fue una de las muchas desapariciones que se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial, pero especialmente sentida por su entrañable obra literaria. A través del Principito y su lenguaje infantil, mostró la seducción que provoca en las “personas grandes” los números, más allá de toda lógica. Para convencerlas, aconseja facilitarles siempre cálculos: “les agradará porque adoran las cifras”. Esta fascinación irracional por la exactitud, de la que ya he hablado en otras ocasiones, posiblemente explica por qué el término Lógica Difusa” (“fuzzy logic”) no ha tenido gran aceptación en occidente, a pesar de ser la base de avances muy significativos en campos diversos, incluyendo las herramientas de Compliance.

En sus viajes por diferentes planetas, El Principito conoce al hombre de negocios que habita uno de ellos, y que cuenta las estrellas para poseerlas. Interrogado por su número, dice: “quinientos un millones seiscientas veintidós mil setecientas treinta y una. Yo soy serio, soy preciso”. Es una frase que ilustra el modo en que asociamos la seriedad a la precisión, hasta el punto que, en ocasiones, nos empeñamos en cuantificarlo todo para evitar que nuestros razonamientos sean sospechosos de informalidad. Pero la vida está llena de imprecisiones que tienen reflejo en nuestro lenguaje coloquial, pues es la forma en que lidiamos con ellas. ¿Qué queremos decir cuando un film es “bueno”? ¿Por qué no decimos que el ese film nos satisface en un 7,5 sobre una escala de 10? Seguramente por pereza, pero también porque en nuestro juicio influyen tal número de variables, algunas de corte subjetivo, que inconscientemente desechamos una precisión que, además de no ayudarnos a razonar, nos dificultaría comunicarnos eficientemente con los demás. Hagamos la prueba y cuando alguien nos consulte la opinión sobre un estreno o un libro, facilitémosle una cifra exacta, con decimales incluidos, comprobando como lo que iba a ser una conversación fluida y de consenso, produce sorpresa e incluso degenera en controversias que dificultan alcanzar una conclusión razonable. Es el motivo por el cual bastantes Compliance Officers se sienten más cómodos valorando los riesgos de forma no numérica (severidad del riesgo “moderada”, por ejemplo), que exacta (severidad del riesgo de 6,1 en una escala de 10, por ejemplo), a sabiendas que pretender la exactitud les puede llevar a un debate tan incómodo como inútil. La Lógica Difusa o borrosa nos permite avanzar frente a escenarios complejos donde la computación al uso se detendría o produciría tal complejidad que los árboles no dejarían ver el bosque. Por eso, constituye un pilar importante de la Inteligencia Artificial. En el Kit de despliegue del modelo de Compliance de este mes, encontrarás criterios de ayuda para desarrollar fácilmente un risk assessment no numérico, aunque lo puedas transformar después asignándole valores (lo que comúnmente se conoce como “escorización”, anglicismo proveniente de “scoring”).

Fue Lofti A. Zadeh, catedrático de la Universidad de Berkeley (California) quien acuñó el concepto de Lógica Difusa en 1965, al presentar un mecanismos de inferencia que facilitaba simular los procedimientos de razonamiento humano frente situaciones complejas, datos incompletos o eventualmente erróneos.

El lenguaje natural es útil para representar elementos complejos o difíciles de representar en términos numéricos. Por eso, desde 1996 la Lógica Difusa ha derivado en la computación con palabras. Algunas bases de datos de integridad utilizadas en los procedimientos de diligencia debida típicos de Compliance se benefician de estos métodos de inteligencia artificial para evitar “falsos positivos” (informar erróneamente sobre incidentes o contravenciones de la normativa cometidos por terceros) y detectar casos que hubieran sido pasados por alto utilizando criterios matemáticos tradicionales. Por eso, la Lógica Difusa está presente en la realidad del Compliance Officer e incrementará su peso cada día, como ya lo hace en tantos campos que nos pasan inadvertidos y que van desde el manejo de trenes hasta la gestión de sistemas de frenado en automóviles.

Saint-Exupèry supo narrar de formar comprensible lo estéril que es cuantificar aspectos cuya exactitud no nos aporta demasiado. Por cierto, en 1998 unos pescadores recuperaron finalmente restos de su caza frente a la costa francesa del Mediterráneo, incluyendo una pulsera con su nombre grabado. Diez años más tarde, el expiloto de caza alemán Horst Rippert, de 85 años de edad, declaró con aflicción haber sido el autor del derribo, cerrándose, aparentemente, el misterioso final de Saint-Exupèry. Describió con detalle las circunstancias en que se produjo el ataque a su avión y el modo en que impactó abatido sobre la superficie del mar. Confesó avergonzado que, de haber sabido que se trataba de él, jamás le hubiese disparado. Pero el Principito seguirá en la memoria de todos como paradigma de que normalmente las cosas más difíciles se explican bien con la candidez de nuestro lenguaje natural.

Alain Casanovas