Auditoría & Co

Cinco son las afirmaciones de auditoría que se aprenden al principio de la profesión y que tratamos de encontrar arduamente en cada uno de los apartados de los estados financieros que auditamos.

Son estas cinco: totalidad, existencia, exactitud, valoración y presentación, encaminadas a demostrar que en los estados financieros está todo, lo que está es correcto y además está bien presentado. Todas son importantes, aunque una de ellas destaca en su dificultad.

En opinión del que escribe, la totalidad es la más compleja y la que más quebraderos de cabeza ocasiona al auditor en su tarea.

Basta una frase coloquial que altera únicamente el orden de sus palabras para darnos cuenta que no es lo mismo averiguar si “todo lo que está, es” que si “todo lo que es, está”. Mientras que en el primer caso estaríamos buscando la existencia, en el segundo trataríamos de encontrar la totalidad.

Verificar que lo que nos presentan existe y es correcto, dependiendo del caso, puede ser hasta sencillo. Pensemos en una cuenta corriente que tan sólo necesitamos contrastar con un extracto bancario o en unas existencias que podemos recontar físicamente para ver que existen.

Sin embargo, comprobar que no existen cosas más allá de las que se nos presentan, nunca es tarea ligera. Pongamos el caso ahora de que se nos ocultan ciertos contratos con entidades financieras, tales como avales, productos derivados, líneas de descuento u otros medios de financiación. Asimismo, una empresa puede esconder o desviar stock a otros almacenes, que en nuestro recuento no detectaríamos.

Entrando en más ejemplos, podría resultar que la compañía omitiera comentarnos algún litigio o inspección fiscal en los que estuviera inmersa. Acostumbramos a obtener confirmaciones escritas de los asesores legales y fiscales, pero la premisa previa es que la sociedad nos detalle todos y cada uno de ellos con los que trabaja.

La Dirección, quizás conociera también algún hecho posterior a la fecha de cierre de los estados financieros que pudiera tener un efecto significativo en dichos estados e incluso afectar seriamente a la continuidad del negocio. Si estos sucesos no fueran comunicados o detectados a tiempo, nuestro trabajo se vería seriamente empañado.

Adicionalmente, debería ponerse en nuestro conocimiento cualquier acuerdo público o privado relevante para la compañía, como lo sería un compromiso adquirido de compras o de ventas, concesiones de garantías a terceros u operaciones entre accionistas. Esto último podría llevar incluso a modificar el perímetro de consolidación de un grupo, es decir, cambiar las empresas que van a entrar a formar parte de las cuentas anuales consolidadas de dicho grupo, con lo que eso conllevaría.

Volviendo a las comparativas, es más fácil comprobar que una venta registrada ha sido realizada, que detectar una venta realizada que no ha sido registrada y eso que aquí el riesgo a la totalidad sería una infravaloración del ingreso.

Como vemos, son múltiples los casos en los que nos chocamos una y otra vez con la misma dificultad, que generalmente proviene de la falta de información, una veces intencionada y otras no.

Afortunadamente, contamos con la metodología que nos permite, con una seguridad razonable, satisfacernos sobre la afirmación de totalidad. Para ello, a modo de ejemplos, solicitamos confirmaciones de saldos y operaciones a terceros, obtenemos el detalle de riesgos bancarios que consta en el Banco de España, nos cercioramos de los acuerdos tomados en todas las reuniones del Consejo de Administración y de la Junta de Accionistas que tienen lugar hasta la finalización de nuestro trabajo, etc.

Quedaría destacar un detalle crucial para el buen desarrollo de nuestra labor, el cual es, que resulta fundamental la confianza sobre aquellos que tienen el control de la compañía, las personas y los órganos que la dirigen.

Aunque no debemos olvidar condiciones necesarias y obligatorias a la hora de nuestro empeño, como son la independencia y el escepticismo profesional, son aquellos que dirigen la compañía los primeros responsables sobre el buen gobierno de la empresa, sobre el control interno que trate de evitar, detectar y corregir los errores y sobre la formulación de los estados financieros, sobre lo cual nos dejan constancia escrita en cada auditoría, en la famosa “carta de manifestaciones”.

Está claro que cuando la Dirección es quien se salta algún control o actúa de forma fraudulenta, las consecuencias suelen ser graves para la empresa y a veces no es suficiente el trabajo de auditoría para detectar a tiempo estas situaciones, ya que aunque lo consideramos en nuestra planificación del trabajo, no es el objetivo del mismo.

Vicente Hernández