Auditoría & Co

Durante los últimos años nos encontramos en un cambio permanente de entornos normativos, de planes contables, de criterios contables, de principios… con el objetivo de que la información financiera que publican nuestras empresas sea comparable con las de su sector y competencia, tanto de ámbito nacional como internacional, y así facilitar y permitir que los usuarios de esta información financiera y contable puedan tomar las decisiones en las mejores condiciones. Sin embargo, las herramientas que aplican esos usuarios, los ratios, no solo no se homogenizan sino que ni siquiera se encuentran definidas en la mayoría de los casos.

Entre los ratios más universales, el más usado y aparentemente conocido por todos los agentes es el EBITDA, pero ¿sabemos qué es el EBITDA? …“¡Por supuesto!” responderíamos casi ofendidos ante la pregunta.

El EBITDA es el resultado obtenido por una entidad y durante un período, del que eliminamos el efecto de los impuestos, resultados financieros, amortizaciones y depreciaciones, o lo que se traduce como el excedente (o defecto) de los ingresos de explotación tras atender los gastos necesarios para su obtención.

Pero ¿de dónde obtenemos la información necesaria para el cálculo? ¿De las cuentas anuales, de la información de gestión, de los reportes enviados? ¿Y bajo qué “gap” se prepara cada una de estas fuentes? ¿Y qué depreciaciones eliminamos, de insolvencias, de activos fijos….? ¿Y el efecto impositivo a eliminar es solo el del impuesto de sociedades? ¿Eliminamos las tasas e impuestos locales, las sectoriales? ¿Los efectos de las prorratas de IVA en resultados? La respuesta es clara, clarísima: DEPENDE.

Depende de para qué queramos el EBITDA, quién lo vaya a utilizar y qué impacto posible pueda tener en nuestra realidad empresarial en cada momento, llevándonos a una cruda realidad, la falta de comparabilidad de la información publicada y usada, que no errónea como nos quieren hacer pensar últimamente. Si el usuario de un ratio se encuentra debidamente informado y sabe cómo se ha calculado, qué significa y para qué lo quiere no debería de ocasionar ningún problema.

El origen del EBITDA se encuentra en el mundo financiero de finales del siglo XX en el que se produjeron una gran cantidad de adquisiciones de empresas, fundamentalmente tecnológicas, mediante fuertes apalancamientos. Así es considerado como punto de partida en determinados métodos de valoración, como herramienta para analizar el resultado operativo de una compañía, o como indicador del resultado capaz de generar un negocio en sí mismo, pero en el momento actual de la globalización de todos los sectores y conocimientos y, permítanme el atrevimiento, de la supremacía de la inmediatez, podemos abusar de la utilización del ratio “por costumbre y para todo”.

Uno de los mayores y más comunes peligros a la hora de la toma de decisiones, es caer en la idea de relacionar al EBITDA con la generación de caja o con el análisis de solvencia financiera de una entidad. En el cálculo de este ratio no se tiene en consideración ningún factor financiero, de hecho se eliminan el impacto de los resultados de esta naturaleza, no se tiene en cuenta ningún dato acerca del apalancamiento de la entidad, de su capacidad para cobrar los ingresos de los que se parte en el ratio o de pagar los gastos en los que se incurren. No se trata de un ratio monetario aunque el uso así nos lo haga entender.

En este sentido, desde la entrada en vigor del plan contable de 2007 tenemos una herramienta pública y puramente monetaria, que se encuentra definida y homogeneizada por la normativa, el estado de flujos de efectivo. En este estado se muestran los movimientos exclusivamente de efectivo clasificados por actividades, concluyendo con la variación neta de efectivo de cada una de ellas.

Si entráramos a analizar el sentido temporal del EBITDA estaríamos en una situación similar. El hecho de eliminar toda influencia financiera e impositiva en el ratio implica que las conclusiones que podamos obtener sobre el comportamiento del negocio en el corto plazo no sean todo lo fiables que quizás necesitaríamos para una toma de decisiones con un análisis de todos los riesgos. El EBITDA se trata un ratio financiero con sentido de análisis del largo plazo, debiendo recurrir a otro tipo de ratios o informaciones para periodos inferiores.

No se trata de demonizar el EBITDA que tan útil resulta en muchos ámbitos, ni de suprimir su uso, sino de realizar uno eficaz. El EBITDA es un ratio que nos muestra los resultados de una empresa sin considerar los aspectos financieros ni los tributarios de la misma, ya que si estos dos aspectos se pueden administrar y analizar por separado, no deberían afectar para nada el desarrollo del negocio y su resultado final.

Tomemos así las recomendaciones que los órganos supervisores, CNMV, SEC, etc… están realizando a los mercados bajo este prisma. Utilicen los ratios financieros y contables que consideren y sean necesarios, pero cuidado con otorgar a alguno el carácter oficial o absoluto que se está alcanzando, por ejemplo, en el caso del EBITDA.

Silvia Domínguez